El mundo de la sidra es una espiral, Spira mirabilis -espiral maravillosa-, que formada por ramas o espiras sucesivas, limitadas una por la anterior, tiende asintóticamente a un punto central: la manzana.
Así, como una espiral equiangular, Miki López gestiona esta exposición; partiendo de la manzana como punto central diseña una espiral logarítmica que profundiza en la naturaleza de la sidra.
En contraposición al ciclón o al huracán, la muestra nos enseña, cual Vía Láctea, el “Camino”. Como los peregrinos persiguiendo la señal que los conduzca al finisterre, los visitantes de la exposición pueden desenmarañar una de las facies de lo ástur. A partir de la manzana, nos muestra una de las caras de ese janus quadrifrons que somos los ástures y una parte del protocolo, a modo de posología, para que los no iniciados nos entiendan.
Por otra parte, esta concepción espiralista, que en el mundo prehistórico intuimos representaba el ciclo nacimiento-muerte-renacimiento, sirve para expresar la naturaleza cíclica de nuestro torrente sanguíneo-bebida. La sidra tiene un ciclo vital que va de primavera a primavera, de la polinización al consumo, y esta muestra condensa ese nacer y renacer en 30 fotogramas. Al igual que el halcón que se aproxima a su presa siguiendo una espiral de crecimiento, ya que su mejor percepción se ajusta en ángulo con su dirección de vuelo, Miki López utiliza dos cuerpos digitales de Canon para cazar las instantáneas, en concreto una EOS 1D Mark II y una 5 D.
Fotógrafo de angular, comprometido con las distancias cortas y con las grandes aperturas de diafragma, concede capital importancia al enfoque selectivo. Todas las instantáneas, excepto las de la espicha, que se iluminan con un flash Canon 430 EX combinado con una baja